“Un muchacho de la ciudad,
Kenny, se fue al campo y le compró un burro a un viejo campesino por 100
dólares. El anciano acordó entregarle el animal al día siguiente. Pero al día
siguiente el campesino le dijo: "Lo siento, hijo, pero tengo malas noticias:
el burro murió."
"Bueno," -dijo Kenny- "entonces devuélvame mi dinero."
El vendedor replicó entonces: "No puedo. Ya me lo gasté."
Kenny dijo "Bien. Igual entrégueme el burro."
"¿Y para qué?", consultó el anciano. "¿Qué vas a hacer con él?"
"Lo voy a rifar", contestó el muchacho.
"Estás loco. ¿Cómo vas a rifar un burro muerto?"
"Es que no le voy a decir a nadie que está muerto, por supuesto."
Un mes después de este suceso, el campesino encontró nuevamente a Kenny, y le preguntó: "¿Qué pasó con el burro?"
Kenny respondió: "Lo rifé. Vendí 500 rifas a dos dólares cada una y gané U$S 998."
"¿Nadie se quejó?", consultó el viejo.
"Solamente el ganador," le dijo Kenny, "pero a él le devolví sus 2 dólares".
Kenny creció, y cuando fue mayor pasó a ocupar la dirección de una compañía llamada Enron.”
"Bueno," -dijo Kenny- "entonces devuélvame mi dinero."
El vendedor replicó entonces: "No puedo. Ya me lo gasté."
Kenny dijo "Bien. Igual entrégueme el burro."
"¿Y para qué?", consultó el anciano. "¿Qué vas a hacer con él?"
"Lo voy a rifar", contestó el muchacho.
"Estás loco. ¿Cómo vas a rifar un burro muerto?"
"Es que no le voy a decir a nadie que está muerto, por supuesto."
Un mes después de este suceso, el campesino encontró nuevamente a Kenny, y le preguntó: "¿Qué pasó con el burro?"
Kenny respondió: "Lo rifé. Vendí 500 rifas a dos dólares cada una y gané U$S 998."
"¿Nadie se quejó?", consultó el viejo.
"Solamente el ganador," le dijo Kenny, "pero a él le devolví sus 2 dólares".
Kenny creció, y cuando fue mayor pasó a ocupar la dirección de una compañía llamada Enron.”