martes, 16 de marzo de 2010

MUJERES CELTAS


Las mujeres de origen Celta eran criadas tan libremente como los hombres. A ellas les era dado el derecho de elegir sus compañeros y nunca podrían ser forzadas a una relación que no querían. Eran enseñadas a trabajar para que pudieran garantizar su sustento, eran excelentes amantes, amas de casas y madres.
La primera lección era:
“Ama a tu hombre y síguelo, pero solamente si ambos representaran, uno para el otro, lo que la Diosa Madre enseñó:
Amor, compañerismo y amistad”

Jamás permitas que ningún hombre te esclavice: naciste libre para amar, y no para ser esclava.

Jamás permitas que tu corazón sufra en nombre del amor. Amar es un acto de felicidad, ¿por qué sufrir?

Jamás permitas que tus ojos derramen lágrimas por alguien que nunca te hará sonreir.

Jamás permitas que el uso de tu cuerpo sea cercenado. Tu cuerpo es la morada del espíritu. ¿Por qué mantenerlo aprisionado?

Jamás te permitas estar horas esperando a alguien que nunca vendrá, aunque te lo haya prometido.

Jamás permitas que tu nombre sea pronunciado en vano por un hombre cuyo nombre ni siquiera sabes.

Jamás permitas que tu tiempo sea desperdiciado con alguien que nunca tendrá tiempo para ti.

Jamás permitas oir gritos en tus oídos.
¡ El Amor es lo único que puede hablar más alto!

Jamás permitas que pasiones desenfrenadas te lleven de un mundo real a otro que nunca existió.

Jamás permitas que otros sueños se mezclen a los tuyos, volviéndolos una gran pesadilla.

Jamás creas que alguien pueda volver cuando nunca estuvo presente.

Jamás permitas vivir en la dependencia de un hombre como si hubieras nacido inválida.

Jamás te pongas linda y maravillosa
a fin de esperar un hombre
que no tendrá ojos para admirarte.

Jamás permitas que tus pies
caminen en dirección de un hombre que vive huyendo de ti.

Jamás permitas que el dolor, la tristeza, la soledad, el odio, el resentimiento, los celos, el remordimiento y todo aquello que pueda sacar el brillo de tus ojos, te dominen, haciendo enfriar la fuerza que existe dentro de ti.

Y, sobre todo, jamás permitas perder la dignidad de ser...
MUJER.